Pedro Arrupe

Biografía

Infancia y estudios

Estudió en el Colegio Calasancio (Bilbao) de la Orden de los Clérigos Regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, conocidos por Padres Escolapios.

El 30 de febrero de 1918 ingresa en la Congregación Mariana de S. Estanislao de Kostka, «los Kostkas», dirigida por el P. Basterra. En 1923 comienza el primer curso de Medicina en la Facultad de San Carlos de Madrid. Allí fue discípulo de Juan Negrín. Sobresale por sus notas extraordinarias: en casi todas las asignaturas, sobresaliente y matrícula de honor. Severo Ochoa, que llegaría a serPremio Nobel de Medicina, y que entonces era condiscípulo de Arrupe, confesaría más tarde: «Pedro me quitó aquel año el premio extraordinario».

Muere su padre en 1926 y, poco después, decide hacer un viaje a Lourdes con sus hermanas. Allí asiste a más de una curación milagrosa que él tiene ocasión de analizar desde su categoría de estudiante de medicina. Diría: «Sentí a Dios tan cerca en sus milagros, que me arrastró violentamente tras de sí».

Ingreso en la Compañía

El 25 de enero de 1927 ingresa en la Compañía de Jesús, en el noviciado de Loyola. El doctor Negrín, uno de sus profesores, hizo lo posible por no perder a un alumno tan brillante. Más tarde, iría a Loyola a visitar a Pedro: «A pesar de todo, me caes muy simpático». Y allí se dieron un abrazo el futuro presidente del gobierno de la República y el futuro general de la Compañía.

Poco después de haber comenzado sus estudios de Filosofía en el monasterio de Oña (Burgos), llega el decreto de disolución de la Compañía en España (1932) . Arrupe parte al destierro con sus compañeros y profesores. Continuarán sus estudios en Marneffe (Bélgica). Para cursar Teología le envían a Valkenburg (Holanda). En la vecina Alemania surgía ya la fatídica sombra de Hitler y el nazismo. «Para mí -diría más tarde- el encuentro con la mentalidad nazi fue un tremendo shock cultural».

El 30 de julio de 1936 recibe la ordenación sacerdotal en Marneffe. En septiembre se traslada a los Estados Unidos para realizar estudios de moral médica.

El 6 de junio de 1938 recibe una carta del Padre General destinándole a la misión de Japón, misión que había solicitado ya muchas veces a sus superiores.

La Misión en Japón

El 6 de junio de 1938 recibió una carta del Padre General destinándole a la misión de Japón. El 30 de septiembre embarca en Seattle rumbo a Yokohama. Después de varios meses de aprendizaje de la lengua y costumbres japonesas, en junio de 1940 es destinado a la parroquia de Yamaguchi, tan llena de recuerdos de San Francisco Javier. Sin embargo, estos primeros años fueron para él en parte frustrantes, porque sus continuas y variadas iniciativas no conseguían atraer a los japoneses a la fe cristiana.

Al día siguiente de entrar Japón en la II Guerra Mundial8 de diciembre de 1941, le meten en la cárcel acusándole de espía. Le recluyen en un cuartucho de dos por dos metros. Al cabo de un mes es puesto en libertad, debido a la admiración que provocó su buen comportamiento, dedicado a una intensa práctica de la oración e introspección, y su conversación con carceleros y jueces. Pocos meses después le nombran maestro de novicios. Parte para el noviciado de Nagatsuka, una colina a las afueras de Hiroshima.

El 6 de agosto de 1945, a las ocho de la mañana, Arrupe fue testigo de la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima. Mientras dice misa, una explosión lo arroja al suelo. Al mirar por la ventana, se da cuenta de que aquello no es un bombardeo más, sino algo nuevo y terrible. Inmediatamente, envía a unos novicios a buscar ayuda y alimentos, y él corre con el resto a Hiroshima para rescatar a quien pueda, y convierte el noviciado en un hospital de emergencia. Más de ciento cincuenta personas, abrasadas por la irradiación, son atendidas por una comunidad que apenas cuenta con medios y elementos para ello, con los conocimientos de medicina que guardaba. Más tarde, Arrupe escribió un libro sobre esta experiencia: «Yo viví la bomba atómica».

Fue nombrado superior de todos los jesuitas de Japón, con el cargo de Viceprovincial el 24 de marzo de 1954.

Prepósito General de la Compañía de Jesús

El padre Arrupe fue elegido Prepósito General de la Compañía de Jesús el 22 de mayo de 1965. Con él se inclina la Compañía hacia los cambios para afrontar los tiempos azarosos y renovadores en los que entraba la sociedad humana y, muy especialmente, la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Cambios que no estaban en consonancia ni con la primigenia espiritualidad ignaciana ni con la propia tradición de la Iglesia.1 Lleno de valor, de visión del presente y del futuro y, sobre todo, de una inquebrantable fe en Dios, tuvo que sufrir incomprensiones y contradicciones de todas partes, incluso, a veces, de las más altas instancias de la Iglesia. De hecho, sus detractores llegaron a decir de él que «un vasco (San Ignacio de Loyola) había fundado los Jesuitas y otro los iba a destruir». Pero marcó unos derroteros, hoy ya imborrables, para la Compañía de Jesús, que no dejarían de influir también en otros sectores de la sociedad humana.

Fue el creador, en 1980, del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS; siglas en inglés Jesuit Refugee Service), organización de la Compañía de Jesús para la ayuda de los refugiados.

Estos cambios que muchos vieron con optimismo fueron una puerta abierta a la institucionalización de las corrientes modernistas.

La Congregación General Nº 32

El 2 de diciembre de 1974 se convocó la Congregación General Nº 32. Este encuentro marca un punto de inflexión en la historia de los jesuitas, sobre todo por la proclamación de que la fe en Dios ha de ir insoslayablemente unida a la lucha infatigable para abolir todas las injusticias que pesan sobre la humanidad. La Compañía de Jesús inició desde esa Congregación General N° 32 un proceso de fe al compromiso en la promoción de la justicia en todos los ámbitos de la actividad humana. Así lo establecieron en el documento final:
Decreto 12, Una pobreza auténtica:

  • «Nuestra Compañía no puede responder a las graves urgencias del apostolado de nuestro tiempo si no modifica su práctica de la pobreza. Los compañeros de Jesús no podrán oír “el clamor de los pobres”, si no adquieren una experiencia personal más directa de las miserias y estrecheces de los pobres» (n. 5)
  • «Es absolutamente impensable que la Compañía pueda promover eficazmente en todas partes la justicia y la dignidad humana, si la mejor parte de su apostolado se identifica con los ricos y poderosos o se funda en la seguridad de la propiedad, de la ciencia o del poder» (n. 5). Cf Evangelica Testificatio nn. 17-19
  • Sentimos inquietud a causa de las diferencias en la pobreza efectiva de personas, comunidades y obras (n. 6)
  • En este mundo en que tantos mueren de hambre, no podemos apropiarnos con ligereza el título de pobres. Debemos hacer un serio esfuerzo por reducir el consumismo; sentir efectos reales de la pobreza, tener un tenor de vida como el de las familias de condición modesta… examinar capítulos de comidas, bebidas, vestuario, habitación, viajes, vacaciones… (n. 7)2

Esta apuesta por la justicia llevaría al asesinato de varios jesuitas en Latinoamérica, entre ellos Rutilio Grande y años más adelante a Ignacio Ellacuría, con sus asistentas domésticas y compañeros de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.3

La intervención de la Compañía de Jesús y sucesión

El 7 de agosto de 1981, sufrió una trombosis cerebral que le dejó incapacitado del lado derecho. Al día siguiente, le administraron el sacramento de la unción de los enfermos. El 26 de agosto el PapaJuan Pablo II nombró un delegado personal, un interventor, para atender al gobierno de la Compañía en la persona del jesuita padre Dezza. Se interrumpió el proceso normal de nombrar un sucesor por medio de una Congregación General. El padre Arrupe y, con él, toda la Compañía de Jesús reaccionaron con dolor pero con obediencia total a las decisiones del Romano Pontífice.

El 3 de septiembre de 1983, en la Congregación General Nº 33, el padre Arrupe presentó su renuncia al cargo ante todos los padres congregados. El padre Peter-Hans Kolvenbach fue elegido General de la Compañía. Su primer gesto fue abrazar al padre Arrupe mientras le decía: «Ya no le llamaré a usted Padre General, pero le seguiré llamando padre».

Después de casi diez años de dolorosa inactividad y de ofrenda física y psíquica por la Compañía, la Iglesia y la Humanidad, el 5 de febrero de 1991 fallece en la casa generalicia de los jesuitas enRoma. Días antes, ya en agonía, le había visitado Juan Pablo II. A su funeral en la Iglesia del Gesù de Roma asistió una inmensa multitud.

Sus últimas palabras fueron: ‘«Por el presente Amén y por el futuro Aleluya»‘.

 

Vía: http://www.wikipedia.es

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